lunes, 13 de septiembre de 2010

Aún recuerdo su mirada......

Era un día como cualquier otro. El reloj despertador no paraba de sonar y, mientras que con los ojos cerrados daba manotazos para apagarlo, el aroma a café que llegaba desde la cocina invadía todo mi pensar. No tenia ganas de levantarme. No quería. Un rato más en la cama, repasar en mi cabeza todo lo que debía hacer en el día…pero ese aroma me hizo volver a la realidad. Tenía muchos trámites que realizar. Sería un lujo poder quedarme un segundo más.

Recién había amanecido. Era la hora indicada para salir a realizar la caminata diaria. Di un salto y me levanté. Saboreé una taza de ese exquisito café. Me decidí a salir.
La tenue, pero fría, brisa acariciaba mi rostro, me enfriaba la punta de la nariz y las manos .Las coloqué en el bolsillo, apuré el paso. Comencé a juguetear con un puñado de tesoritos recolectados en otros paseos: unas cuantas piedras pequeñas y brillantes, algunas semillitas y un par de fichas de color verde encontradas en un montículo de arena a orillas del lago. De repente, como por arte de magia, resuenan en mi mente canciones infantiles cantadas por mamá. Mientras estaba concentrada cantando, me di cuenta que no era el mismo camino por el que pasaba todos los días. Pero, no me importó. Seguí ensimismada en el recuerdo mientras aceleraba mi paso.
Cuando terminé, el repertorio por mi conocido, me sentía muy cansada. Hice un esfuerzo pero llegué al pie de una de las tantas sierras que tenía a mí alrededor. Apoyé mis manos en ella y me recosté apreciando las formas de las nubes tratando de descubrir alguna imagen conocida.
De repente, comencé a sentir calor en mi mano derecha. Rápidamente la retiré y me corrí. Debo confesarles que me asusté pero era tanta mi intriga que me volví y miré. Había una pequeña hendija en la roca, por donde salía un extraño vapor con chispitas doradas. El borde estaba rodeado por muchos números. Más me intrigué. Siguiendo un impulso, raspé con la uña. Luego saqué una piedrita del bolsillo e hice lo mismo. Hurgueteé en él otra vez y encontré una de esas fichas verdes. La acerqué a la grieta y, como por arte de magia, o suerte tal vez, se introdujo sin ningún esfuerzo. Grande fue mi asombro cuando abruptamente se abrió una puerta. Sin darme cuenta me encontré ante una gran fiesta que parecía de disfraces. Les juro que no lo podía creer pero estaba allí frente a la euforia y el divertimento de tantos personajes por mí conocidos. Era como si todos hubieran salido de mis cuentos para organizar la mejor fiesta a la que yo había concurrido. Alguien me llamo la atención, no lo conocía, pero me conmovió la tristeza reflejada en la mirada de ese único ojo alicaído en el medio de su frente. Tímidamente me acerqué. El corazón me palpitaba de una manera diferente. Mi valor, que no sé de dónde lo saqué, me animó a preguntarle si me acompañaba a la pista. Al llegar, me contorneó la cintura. Entre baile y baile comenzamos a hablar. Esa mirada ya no era la misma. Me contó que se consideraba diferente, que creía no pertenecer a ese mundo mágico de hadas, princesas reyes y reinas por todos conocidos. Mientras él se sentía excluido, yo pensaba que había encontrado al hombre más dulce de la tierra.
Un sentimiento de felicidad me envolvió. Sentí tocar el cielo con las manos...
Creo que nunca me había sentido así, ¡no lo podía creer!, todo era tan maravilloso...
De pronto un grito ensordecedor hizo que volviera en mí. Era un policía que me preguntaba si estaba bien mientras me contaban de la preocupación de mis padres que hacía horas me estaban buscando.
Sólo podía escuchar .Estaba aturdida. Me dolía mucho la cabeza. Todo giraba. Parecía envuelto en una niebla que poco a poco se fue disipando.
Creo que me siento mejor desde que un joven, después de tomarme el pulso, colocó una pastilla debajo de mi lengua...
El médico desinfecta la picadura. Su ayudante recoge el arácnido regordete de sangre que tomaba sol en la cima de la piedra.
Le agradecí con la mirada mientras apenas pude balbucear alguna incoherencia.
Todo es confuso...Me arde la mano. Me quema.
El traqueteo de la ambulancia por el camino de ripios me descompone.
Todo es confuso pero...yo me siento distinta...feliz...
Aún queda en mi recuerdo esa mirada...
Ese ojo único y chispeante...
Ya mi corazón no late tan de prisa.
Un tibio bienestar me envuelve, creo que voy a dormirme. Tal vez lo reencuentre en mis sueños...

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